Los que habéis sido bautizados, los que habéis escuchado la voz del
espíritu, los que habéis escogido la revelación del Dios vivo, los que
habéis descubierto que sois sus hijos, ¡adentraos en el desierto sin
miedo y caminad con paso ligero!
Cuaresma es ese tiempo que viene y va, tiempo para vivirlo en camino,
sin insultarse, sin temerlo, sin lamento, con la ezperanza siempre a
flor de piel y la mirada fija en otro tiempo, la pascua, que es
definitivo. Entrad en la cuaresma convencidos, listos para el combate,
ligeros de equipaje; la mente despejada, entrañas llenas de ternura y
misericordia, calzado apropiado, y mucha paciencia con vosotros mismos.
Dejaos mecer por la brisa del espíritu; poned vuestro corazón en
sintonía con los latidos de Dios y el grito de los afligidos, bebed en
los manantiales de la vida y no os dejéis engañar por los espejimos del
desierto. Bajad del monte a los caminos de la vida, bajad sin miedo y
llenos de misterio.
No profanéis los templos vivos, buscad de noche como Nicodemo y, como
aquellos griegos, preguntad a discípulos y amigos por Jesús y su reino y
cómo sembrase en el campo del mundo para germinar a su estilo.
Vivid la cuaresma bien despiertos, con fe, esperanza y amor, fijos los ojos en Jesús. Daos esa oportunidad.
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